
Cuando pensamos en el parto, solemos imaginar ese momento poderoso y transformador en el que nace un bebé. Pero lo que muchas personas no saben es que, una vez que el bebé ha llegado al mundo, el cuerpo de la madre todavía tiene un último acto por completar: el alumbramiento de la placenta. Sí, has leído bien: después del bebé, le toca salir a la placenta. Aunque esta etapa del parto pasa muchas veces desapercibida, es fundamental para la salud de la madre y el cierre fisiológico del proceso. En este artículo, te explicamos en qué consiste el alumbramiento y por qué es tan importante.
La placenta: ese órgano tan importante como olvidado
La placenta es una auténtica maravilla de la naturaleza. Es un órgano que se crea dentro del útero específicamente durante el embarazo y que sirve como puente vital entre la madre y el bebé. Está unida a la pared del útero y, a través del cordón umbilical, la placenta se encarga de aportar oxígeno, nutrientes y defensas al bebé, además de gestionar desechos, regular hormonas y protegerle. Lo más fascinante es que este órgano tan importante desaparece después del parto. Nace con el embarazo, cumple su función de forma silenciosa y perfecta, y luego se realiza el alumbramiento de la placenta para que el útero pueda comenzar su recuperación, completando así su ciclo.
Algo que muchas personas desconocen es que, cuando el bebé nace, la placenta sigue funcionando por un tiempo más. Mientras el bebé se adapta al mundo exterior y comienza a respirar por sí mismo con sus pulmones, el cordón umbilical continúa transfiriéndole sangre rica en oxígeno desde la placenta. Este es su seguro de vida en ese tránsito tan delicado. Por eso, tal y como vimos en este artículo, cada vez más profesionales y madres optan por esperar antes de cortar el cordón, permitiendo que se complete esa transferencia, que la placenta ya haya cumplido su función y comience a desprenderse.
La tercera fase del parto: el alumbramiento de la placenta
Esta fase se conoce como el alumbramiento de la placenta y corresponde al momento en que el útero se contrae nuevamente para expulsar la placenta, usando el mismo sistema que ha utilizado para que nazca el bebé. Es, literalmente, el segundo nacimiento: primero nace el bebé, luego nace la placenta. Estas contracciones son más suaves que las del trabajo de parto y, por lo general, ocurren dentro de los primeros 30 minutos tras el nacimiento del bebé. Pero como todo en el cuerpo humano, esto puede variar. Algunas placentas salen en pocos minutos, mientras que otras pueden tardar hasta una hora o más, especialmente si no se interviene de forma activa.
Después de haber pasado por el parto, muchas mujeres apenas notan el alumbramiento de la placenta. Algunas describen sensación de presión, un poco de dolor parecido a una contracción leve o simplemente un gran alivio. En general, es un proceso menos doloroso, aunque puede generar algunas molestias. En algunos casos, sobre todo si hay retención de la placenta o el útero no se contrae bien, puede requerirse una intervención manual o incluso quirúrgica. Estas situaciones no son frecuentes, pero deben manejarse de inmediato para evitar complicaciones. La comadrona será la encargada de valorar si el sangrado es normal y se puede esperar o no.
Tipos de alumbramiento de la placenta
Hay dos formas principales de que ocurra el alumbramiento de la placenta:
1. Alumbramiento fisiológico o espontáneo. En este tipo, no se utilizan medicamentos ni intervenciones. El útero continúa contrayéndose después del nacimiento del bebé, lo que ayuda a que la placenta se despegue y sea expulsada de forma natural. Cada vez son más las mujeres que prefieren este tipo de alumbramiento. Puede requerir un poco más de tiempo, pero se considera más fisiológico.
2. Alumbramiento dirigido o activo. Es el más común en hospitales. En este caso, el personal médico administra oxitocina después del nacimiento del bebé para estimular contracciones más rápidas y eficientes. Además, pueden aplicar una tracción suave del cordón umbilical para facilitar la expulsión de la placenta. Este método reduce el riesgo de hemorragias posparto, pero también puede generar ciertas molestias.
La decisión entre uno u otro alumbramiento de la placenta debe ser informada y consensuada, según el contexto y la salud de la madre. Y en cualquier opción, el seguimiento después del nacimiento es tan importante como el propio parto, ya que una placenta que no es expulsada, tanto en su totalidad como parcialmente, puede generar hemorragias posparto que se deben controlar lo antes posible.
Consejos para vivir el alumbramiento de la placenta con tranquilidad
- Infórmate durante el embarazo: Saber qué esperar y cuáles son las distintas fases del parto te dará más seguridad cuando llegue el momento.
- Habla con tu equipo médico: Pregunta si practican alumbramiento activo o permiten que sea fisiológico si ese es tu deseo.
- Respeta tu ritmo: Aunque el equipo médico estará atento para asegurarse de que todo vaya bien, es importante que sientas que puedes vivir ese momento sin prisas ni presiones. Si te sientes bien, relajada y confiada, tu cuerpo hará lo necesario para expulsar la placenta.
- Mantente abrigada y cómoda: Después de los pujos y la intensa energía del parto, es normal que tu cuerpo sude y se enfríe, incluso si el ambiente no es frío. Un cuerpo frío puede dificultar las contracciones del útero, mientras que un cuerpo cálido favorece el proceso.
- Piel con piel siempre que sea posible: Tener a tu bebé contigo, mirarle, olerle, que se agarre al pecho,… favorece la liberación de oxitocina, que es justo lo que el cuerpo necesita para que el útero siga contrayéndose y la placenta pueda ser expulsada con facilidad. Por eso es tan importante no apresurar ni interrumpir ese momento sagrado del encuentro entre madre y bebé. Todo está conectado.
Además, este es un momento donde se mezclan cansancio, alivio, amor y emoción. El foco suele estar en el bebé, pero también es importante mirar a la madre, sostenerla, protegerla y reconocer lo que acaba de lograr.
¿Qué pasa después del alumbramiento de la placenta?
Una vez se ha dado el alumbramiento de la placenta, la comadrona la examinará cuidadosamente para asegurarse de que está completa y en buen estado. Y por supuesto puedes ver ese órgano que ha sido conexión entre tú y tu bebé durante estos meses. La comadrona puede mostrarte la placenta, explicarte cómo era, cómo estaba situada y darte la opción de decidir qué hacer con ella. Algunas madres prefieren observarla, otras hacer un ritual, enterrarla o incluso guardarla por un tiempo. Lo importante es saber que es tuya y que puedes tomar decisiones sobre ella. En algunas culturas, la placenta es vista como un órgano sagrado, que merece un trato respetuoso. Aunque no todas las mujeres sentirán ese vínculo, y está bien, saber que hay espacio para honrar cada parte del proceso (incluida la placenta) ayuda a cerrar el ciclo del embarazo de forma más consciente y completa.
El alumbramiento de la placenta es una etapa natural, poderosa y necesaria del parto. No es un detalle técnico ni un mero trámite médico: es el cierre de un ciclo vital que merece ser vivido con respeto y consciencia si así lo sientes. La placenta ha sido tu compañera de viaje durante estos meses. Ha nutrido, protegido y sostenido a tu bebé antes de que pudiera hacerlo el mundo exterior. Y cuando llega su momento, también nace, también se despide. ¿Y tú? ¿Pudiste ver tu placenta? ¿Te hablaron de ella durante el parto? Cuéntanos tu experiencia en los comentarios.
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