
Durante generaciones nos han transmitido una imagen distorsionada del parto. Se nos ha mostrado como un trámite ultradoloroso que hay que superar lo más rápido posible, con ayuda externa constante, porque “solas no podemos”. Como si se tratara de una enfermedad o de un proceso patológico que requiere control constante, intervenciones médicas y decisiones tomadas por otros desde el primer minuto. Pero la realidad es muy distinta: el parto, en la mayoría de los casos, es un proceso natural, fisiológico y poderoso, para el que nuestro cuerpo está perfectamente diseñado. Esto no significa que no puedan presentarse complicaciones —claro que existen—, pero lo que debería ser la excepción se ha convertido, muchas veces, en la norma. Con este artículo quiero dar voz a un acto natural y poderoso como es el parto.
Parto: un proceso fisiológico, no patológico
La Organización Mundial de la Salud (OMS) es clara al respecto:
“En el parto normal debe existir una razón válida para interferir con el proceso natural”.
Esto significa que si el embarazo y el parto se desarrollan con normalidad, no hay motivos para intervenir de forma rutinaria. Las profesionales de la salud están para acompañar, observar y apoyar, no para controlar ni decidir por nosotras. Y es que nuestro cuerpo sabe parir. La naturaleza lo ha preparado para ello. El útero sabe contraerse, el cuerpo produce hormonas que facilitan la dilatación, la pelvis se adapta, el bebé participa activamente buscando su salida. Todo ello forma parte de un engranaje natural preparado para funcionar de manera sincronizada. Cuando se nos transmite lo contrario, se instala el miedo. Y el miedo, como vimos en este artículo, es uno de los principales enemigos del parto: genera tensión muscular, dificulta la producción de oxitocina (la hormona que impulsa las contracciones) y aumenta la sensación de dolor.
Existe una diferencia fundamental entre ayuda y apoyo.
- Ayuda implica que alguien interviene porque tú no puedes sola.
- Apoyo significa acompañamiento, sostén, confianza en que tú eres capaz, y que, si lo necesitas, hay manos y corazones dispuestos a estar contigo.
Durante el parto, la mayoría de las mujeres no necesitan que alguien “haga” por ellas, sino que las rodeen de un ambiente seguro, respetuoso y alentador. Apoyar es sostener con la palabra, con la mirada, con la presencia. Es ofrecer herramientas sin obligar, es dar confianza en lugar de sembrar miedo. La pareja, la matrona, la doula, la familia… El entorno de la mujer durante el parto influye enormemente en su vivencia. Un ambiente tranquilo, con respeto a los ritmos y necesidades de la madre, puede marcar la diferencia entre un parto vivido con miedo o con empoderamiento. El apoyo emocional, las palabras de aliento, la calma de quienes rodean a la mujer son, muchas veces, la “medicina” más poderosa.
Por supuesto, existen situaciones complejas en las que la intervención médica es imprescindible. Una hemorragia, un sufrimiento fetal o un parto que no progresa pueden requerir la actuación rápida y precisa de profesionales. Y para eso contamos con matronas y obstetras formadas, que son capaces de actuar cuando realmente se presenta una complicación. Pero no deberíamos confundir la excepción con la norma. En embarazos y partos de curso normal, la mujer es plenamente capaz de llevar adelante el proceso sin que se le trate como a una paciente enferma.
Herramientas naturales para transitar la intensidad del parto
El parto es intenso. No hay que romantizarlo ni restarle importancia: requiere entrega física y emocional. Pero intensidad no es sinónimo de patología. Existen muchas herramientas naturales que ayudan a vivir este proceso de manera más llevadera y positiva:
- Respiración conscienteAprender a respirar profundo y acompasado no solo ayuda a manejar las contracciones, sino que favorece la oxigenación (tanto a nuestro útero como a nuestro bebé) y mantiene la calma.
- VisualizacionesImaginar cómo tu cuerpo se abre como una flor, visualizar el descenso del bebé o conectarte con imágenes de calma pueden ayudarte a mantener la mente enfocada.
- AguaUna ducha caliente, un baño templado o incluso compresas frías o calientes en zonas clave relajan los músculos, alivian el dolor lumbar y favorecen la dilatación.
- MúsicaEl poder de la música es enorme. Escuchar melodías que te transmitan calma o fuerza puede cambiar tu percepción del dolor y ayudarte a mantener un estado emocional positivo.
- Cantar, vocalizar, gemirEl sonido libera y acompasa el cuerpo.
- Mantras y afirmaciones positivasSustituyen el miedo por confianza.
- Movimiento y posturas libresCaminar, bailar, balancearte, ponerte en cuclillas, apoyarte en una pelota de pilates… El movimiento ayuda al bebé a descender y te permite encontrar posiciones más cómodas.
- Masajes y contacto físicoLas caricias, presiones en la zona lumbar o simplemente el contacto de la mano de tu acompañante generan seguridad y bienestar.
- Rebozo (tela tradicional mexicana)Para balancear la pelvis y aliviar la presión.
- AromaterapiaCon aceites suaves que favorecen la relajación.
- Intimidad y silencio,Cubrir los ojos o utilizar auriculares que reducen estímulos externos.
- Palabras de apoyo y compañía emocional de quienes están presentes.
Cada mujer puede descubrir cuáles le funcionan mejor. La clave está en respetar sus necesidades y permitirle moverse, expresarse y decidir cómo quiere atravesar el proceso.
El exceso de control en el parto: cuando la confianza se pierde
El embarazo y el parto hoy en día están sometidos a un nivel de control excesivo. Análisis, pruebas, ecografías, monitorizaciones… En lugar de aportar tranquilidad, muchas veces generan ansiedad. La mujer pasa semanas preocupada por los resultados, temiendo que algo no esté bien, y poco a poco empieza a dudar de su propio cuerpo (ella y el entorno). Y, cuando llega el parto, en muchos hospitales se convierte en una sucesión de protocolos: monitorización continua, prohibición de moverse, imposición de posturas, administración de oxitocina sintética, episiotomías preventivas… Todo esto, en la mayoría de los casos, no es necesario.
La evidencia científica actual demuestra que muchas de estas prácticas, cuando se aplican de forma rutinaria, no mejoran los resultados y, en cambio, aumentan riesgos y secuelas físicas y emocionales. Lo que debería ser una atención personalizada, se convierte en una experiencia estandarizada que invisibiliza a la mujer y la reduce a una “paciente” pasiva. Lo que realmente necesitamos es que nos ayuden a reconectar con nuestro cuerpo y con esa sabiduría ancestral que llevamos dentro. Porque la capacidad de gestar y parir no se inventó ayer: forma parte de nuestra especie desde siempre.
Recuperar la confianza y autonomía en el parto
El primer paso para transformar la experiencia del parto es recuperar la confianza en nuestro cuerpo. Entender que no somos enfermas, que la naturaleza nos ha preparado para dar a luz, que contamos con recursos internos y externos para transitar ese proceso y que nuestros bebés también forman parte activa del proceso: ellos colaboran, giran, descienden, buscan el camino. Esto no significa rechazar la medicina ni las intervenciones cuando son necesarias, sino colocarla en su lugar: un recurso maravilloso cuando se necesita, pero no el centro de la experiencia. La tecnología salva vidas cuando surgen complicaciones, y es maravilloso contar con ella. Pero la clave está en que no sea la norma, sino el recurso al que acudir en situaciones excepcionales.
Recuperar la autonomía implica:
- Conocer nuestros derechos.
- Estar informadas sobre lo que realmente es necesario y lo que no.
- Poder elegir posturas, acompañantes y entorno.
- Saber que podemos decir “sí” o “no” a cada procedimiento.
El parto no debería ser un espacio donde se nos arrebata la voz, sino un momento en el que esa voz se escuche con más fuerza que nunca.
Derechos de las mujeres en el parto
Es importante recordar que las mujeres no pierden sus derechos al entrar en una sala de partos. La ley 41/2002, que regula la Autonomía del Paciente en España, establece que toda persona tiene derecho a recibir información suficiente y a decidir libremente sobre las intervenciones médicas que se le propongan, también en el parto.
Esto incluye el derecho a:
- Elegir el lugar y las condiciones del parto siempre que no haya riesgo vital.
- Aceptar o rechazar procedimientos médicos, incluso en el momento del parto, ya que toda actuación sanitaria requiere de un consentimiento informado.
- Estar acompañada por la persona que elija.
- Recibir un trato digno, respetuoso y sin violencia obstétrica, de la que hablamos en este artículo.
Conocer estos derechos es fundamental para poder ejercerlos.
El parto no es una enfermedad. No es un trámite a superar con miedo ni un campo de batalla donde otros decidan por nosotras. Es un proceso fisiológico, intenso, transformador y natural. Lo que necesitamos no es que nos traten como pacientes, sino como protagonistas de nuestra experiencia. Necesitamos apoyo, no control; acompañamiento, no imposición. El reto está en seguir informándonos, conocer nuestros derechos, confiar en nuestro cuerpo y rodearnos de profesionales y acompañantes que crean en la fuerza de la mujer que da a luz. Porque parir no es solo traer a un bebé al mundo: es también nacer como madre. Y ese momento merece ser vivido con dignidad, libertad y amor.
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