
El embarazo es una etapa única, no solo porque en tu interior se está gestando una nueva vida, sino porque tu cuerpo vive una auténtica revolución hormonal, emocional y física. Y una de las señales más curiosas y llamativas son los cambios en el apetito: de repente un alimento que antes te encantaba ahora te produce rechazo, o te obsesionas con comer algo que nunca te había llamado la atención. Más allá de lo anecdótico, estos antojos y aversiones durante la alimentación en el embarazo pueden tener una explicación fisiológica. Tu cuerpo es sabio y muchas veces utiliza estas sensaciones para protegerte o satisfacer necesidades nutricionales de las que hablaremos en este artículo.
Por qué cambian tus gustos de alimentación en el embarazo
Los cambios hormonales afectan al sentido del gusto y del olfato. Esto puede hacer que ciertos olores o sabores se intensifiquen, generando:
- Aversión a alimentos que antes tolerabas (por ejemplo, cebolla o café).
- Antojos de sabores concretos (dulce, salado, ácido…).
- Mayor sensibilidad a olores fuertes que antes pasaban desapercibidos.
A nivel evolutivo, este mecanismo tiene sentido: durante el primer trimestre, cuando el feto es más vulnerable, tu cuerpo podría rechazar alimentos que en el pasado eran más propensos a contener bacterias o toxinas, como carnes crudas, pescados de gran tamaño o quesos no pasteurizados. Todo y con eso, hay antojos y aversiones que persisten todo el embarazo y no se deben a algo evolutivo de la alimentación en el embarazo.
Más allá del mito: los antojos de alimentación en el embarazo como señales
A veces se habla de los antojos como simples caprichos. Sin embargo, nuestro cuerpo es una máquina compleja y, sobre todo en la alimentación en el embarazo, puede utilizar los antojos para avisarnos de lo que necesita. Si un día te mueres por comer tomate, podría ser que tu organismo esté buscando vitamina C. Si de repente te obsesionas con frutos secos, tal vez necesites grasas saludables o magnesio. Y sí, incluso si lo que te pide es un donut con azúcar glaseado, también puede estar enviándote un mensaje. Aunque no siempre hay una conexión directa y científica, en muchos casos los antojos reflejan carencias o necesidades concretas.
Antojos de alimentos salados
Podrían estar relacionados con:
- Necesidad de más sodio por aumento del volumen sanguíneo.
- Búsqueda de electrolitos para mantener el equilibrio de líquidos.
Ejemplo: si te apetece mucho pepinillos o aceitunas, tu cuerpo puede estar intentando compensar este cambio.
Antojos de dulce
Podrían indicar:
- Necesidad rápida de energía (glucosa), sobre todo si estás más cansada o tu gasto energético ha aumentado.
- Bajadas de azúcar ocasionales, frecuentes en el embarazo.
Ojo: no significa que debas comer solo golosinas. Lo ideal es optar por fuentes de carbohidratos saludables como fruta o dátiles.
Antojos de alimentos ácidos o cítricos
A menudo están asociados a:
- Necesidad de vitamina C (clave para la absorción de hierro y para el sistema inmunitario).
- Sensación de frescura que ayuda a aliviar náuseas.
No es casualidad que muchas embarazadas se vuelvan fans del limón, la mandarina o el kiwi.
Antojos de proteínas (carne, pescado, legumbres)
Podrían responder a:
- Necesidad de aminoácidos para la formación de tejidos del bebé.
- Aumento de requerimientos de hierro.
Si tienes aversión a la carne pero sientes que necesitas proteína, puedes buscar alternativas vegetales o huevos, siempre bien cocinados.
¿Y las aversiones?
Al igual que los antojos, las aversiones tienen un papel protector. Por ejemplo:
- Carne poco hecha o embutidos crudos → podrían contener bacterias o parásitos (listeria, toxoplasma).
- Café o té → contienen cafeína, que en exceso no es recomendable.
- Comidas muy grasientas o picantes → pueden agravar el reflujo o las náuseas.
La mayoría de las veces lo que te da asco ahora probablemente lo toleres otra vez después del parto.
El caso del helado: un ejemplo claro de alimentación en el embarazo
Pongamos como ejemplo ese famoso helado que tantas veces aparece en las conversaciones sobre antojos durante la alimentación en el embarazo.
Necesidad física: energía rápida
El helado está cargado de azúcar y grasas. No es la mejor fuente de nutrientes, pero sí es un chute rápido de energía para el cuerpo. En el embarazo, tu gasto energético puede aumentar, especialmente si estás más activa o si tu cuerpo está trabajando a tope para crear nuevas células, tejidos y órganos para tu bebé. Si tu cuerpo siente que le falta energía de forma inmediata, pedirá algo que se la aporte… y el helado cumple con esa misión.
¿Qué puedes hacer?
No se trata de demonizarlo, pero sí de preguntarte:
- ¿Puedo cubrir esa necesidad de otra forma más nutritiva?
- ¿Qué pasaría si en lugar de helado tomo fruta fresca, un batido de plátano y yogur o dátiles rellenos de crema de cacahuete?
A veces, un pequeño cambio en la elección de alimentos ayuda a mantener estables los niveles de energía sin entrar en productos no saludables.
Necesidad emocional: un abrazo en forma de comida
La comida no solo alimenta el cuerpo, también alimenta las emociones. Comer algo dulce puede estimular la liberación de endorfinas y serotonina, hormonas que generan placer y bienestar. Esto puede ser especialmente tentador si estás cansada, estresada o sientes que necesitas un mimo extra.
Durante el embarazo, es común que aumenten las demandas emocionales:
- Cansancio acumulado.
- Cambios hormonales que afectan el ánimo.
- Inquietud por el futuro y el parto.
En este contexto, un helado puede convertirse en un pequeño momento de felicidad.
¿Qué otras cosas pueden darte esa sensación de bienestar?
- Pasear al sol.
- Bailar tu canción favorita.
- Pintar o hacer algo creativo.
- Reírte a carcajadas con amigas.
Si reconoces que tu antojo tiene un trasfondo emocional, puedes darte permiso para disfrutarlo, pero también buscar otras formas de satisfacer esa necesidad.
La alimentación en el embarazo: equilibrio y flexibilidad
Uno de los grandes problemas de la relación con la comida —embarazada o no— es la culpa. Parece que hay una lista de “alimentos prohibidos” y si la rompes, fallaste. Pero la realidad es que no existe la perfección y menos en una etapa tan intensa como el embarazo. Si un día te comes un helado, no significa que tu bebé vaya a recibir solo azúcar. La alimentación en el embarazo se construye en el día a día, no en una sola comida.
No se trata de vivir contando calorías ni de prohibirse todo. El embarazo es una etapa para nutrirse bien, pero también para disfrutar. Algunos consejos para encontrar ese punto medio pueden ser:
- Come con regularidad para evitar bajones de energía.
- Planifica tus comidas para incluir proteína, grasas saludables y carbohidratos de calidad en cada una, que te ayuden a mantenerte saciada y estabilicen el azúcar en sangre.
- Hidrátate: a veces confundimos sed con hambre.
- Duerme lo que puedas: la falta de sueño aumenta la necesidad de azúcares rápidos.
- Si tu antojo es de algo menos saludable, permítetelo sin culpa. Observa el antojo, identifica si responde a una necesidad física o emocional, y decide si quieres satisfacerla tal cual llega o quieres buscar una alternativa más nutritiva.
Cuando consultar a un profesional
Si tienes aversión a muchos grupos de alimentos clave para tu nutrición o tus antojos son muy intensos o poco comunes, podría ser señal de una deficiencia nutricional. Un profesional puede ayudarte con un plan adaptado y, si es necesario, suplementos durante la alimentación en el embarazo.
En el embarazo, tu cuerpo habla… y a veces lo hace en forma de helado. La clave no es silenciarlo ni ceder siempre sin pensar, sino escuchar con curiosidad:
- ¿Es hambre real o necesidad emocional?
- ¿Hay otra forma de darme lo que busco?
- Si decido comerlo, ¿puedo disfrutarlo sin culpa?
Recuerda: la alimentación en el embarazo no es comer perfecto, es nutrir cuerpo y alma. Y eso incluye, de vez en cuando, ese dulce que te hace sonreír. Porque la maternidad empieza mucho antes de que nazca el bebé, y también se trata de cuidar de ti.
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